Pues bien, sí, es nuestro copatrón, y en torno a su festividad (28 de noviembre) celebramos el día de la Peña. ¿Y por qué San Honesto?. Muy fácil, porque este santo, llamado también Apóstol de Navarra es parte del grupo formado por San Saturnino, San Fermín y el susodicho. Lo que pasa es que del pobre San Honesto nadie se acuerda (y eso que tiene una escultura en la parroquia de San Cernin y un medallón en la cúpula de la Capilla de San Fermín (Parroquia de San Lorenzo).
Con tan fausto motivo mañana 28 de Noviembre celebraremos el día de la peña con grandes mezetas que para variar en esta tierra nuestra incluyen misa (por los difuntos de la peña) y mesa (vermú y buena comida con sobremesa cantalari, muslari y… lo que el cuerpo aguante).
Pero aun no hemos dicho quién es San Honesto, el gran desconocido:
Según cuenta la tradición, allá por el siglo III, en Pamplona –Pompaelo en aquél tiempo-, ciudad romana situada al norte de la provincia de Hispania del Imperio Romano había un senador local más majo que la antiguas pesetas (y más antes sestercios). Casarse hizo con una bella neska llamada Eugenia y tuvieron 3 mueticos, a saber Fausto, Eusebia y Ferminico.
Vino por aquél entonces a Pamplona para anunciar el evangelio un curica (presbítero) con mucho kozkor llamado Honesto. Éste, siendo natural de las Galias, concretamente de Nimes (Francia), abandonó su ciudad natal a Toulouse para conocer a un pedazo de obispo de mucho postín llamado Saturnino, obispo de la sede tolosana. Chapurreando entre occitano y latín, ambos a dos, evangelizaron la zona sur de las Galias y para ampliar el campo Saturnino envió a su discípulo Honesto al otro lado de los Pirineos con el deseo de que los habitantes de esta región que llamaban Hispania conocieran también a Cristo, y va y vino a caer precisamente aquí, en la vieja Iruña, Pompaelo.
Nuestro bizarro curica ni corto ni perezoso se fue a predicar justo en los alrededores del templo de Júpiter, un dios romano (tenía narices el presbítero Honesto).
Un buen día el honrado senador Firmo (político honrado oiga) con su esposa Eugenia y sus coleguis los senadores Faustino y Fortunato, mientras iban de camino al templo de Júpiter a hacer los ritos pertinentes, vieron a un pintoresco forastero con unos capisallos que explicaba al pueblo la figura y la doctrina de Cristo, rechazando el culto a los dioses paganos.
El buen Firmo, impresionado por la prédica del Honesto, le soltó:
-“¿De qué secta o religión eres tú para atreverte a proferir tan grave acusación contra nuestros dioses?”
Respondió Honesto con dos narices:
-“Soy de la ciudad de Nimes, hijo de Emelio y Honesta. En cuanto a la religión a la que pertenezco, continuamente lo proclamo en público. Soy cristiano, instruido en la fe católica, y pertenezco al orden de los presbíteros, discípulo del obispo Saturnino y su hijo por el bautismo…- y le soltó un sermón en el mejor sentido de la palabra, tan convincente que Firmo le pidió conocer a ese Saturnino que parecía que era el baranda.
Sin más dilación Honesto, arremangandose las vestimentas, volvió rápidamente a Toulouse para informar a Saturnino de las óptimas disposiciones en las que había dejado al senador Firmo en Pamplona. Y Saturnino, que era otro echau palante se planto aquí en un plis plas. No perdieron el tiempo porque Saturnino y Honesto, Honesto y Saturnino convirtieron a un montón de mara, entre ellos a los tres senadores justos –Firmo, Faustino y Fortunato- y sus familias. Así, Eugenia, nuestro Fermínico, Fausto y Eusebia recibieron el bautismo. No obstante algunos opinan que el hijo del senador, Fermínico, fue bautizado por san Honesto. Esto fue ahí, donde el pocico San Cernín.
Hecho el recau, Saturnino se volvió a atender a su grey tolosana, dejando al osado Honesto en Pamplona para que consolidara la comunidad cristiana recién inaugurada.
Nuestro curica se dedicó a formar a Ferminico que era muy despierto y aprendía muy bien tanto las letras humanas como la doctrina cristiana. Bajo la dirección del santo presbítero, Fermín hizo grandes progresos tanto en la virtud como en las ciencias.
Viendo Honesto el filón del mutil Fermín, que era de tanto kozkor como él, lo hizo su ayudante (catequista más o menos) y se recorrían tipi tapa todas las aldeas que rodeaban Pamplona así como por las calles de la ciudad venga predicar y bautizar. Algún analfabruto ya les tiró algún que otro ruejo (como ahora a su hornacina), pero ellos a la limón seguían erre que erre. Cuando Honesto lo consideró maduro, lo envió a Toulouse para que el obispo Honorato, sucesor de Saturnino, lo ordenase sacerdote. Fermín volvió a Pamplona ya como curica y ayudante oficial (coadjutor más o menos) de Honesto.
Contaba Fermín veinticuatro años cuando Honesto, viendo las cualidades de su discípulo, lo envió de nuevo a Honorato para que lo ordenase obispo (que humildico Honesto, que era el que le había formado). El obispo tolosano, en cuanto vio a Fermín, le hizo el primer obispo de Pamplona y volvió aquí, poniéndose inmediatamente el bueno de Honesto a su servicio.
Tras dejar organizadica la nueva diócesis Fermín partió hacia las Galias y en Amiens lo agarraron los muy brutos de los romanos y le cortaron el pescuezo.
Aquí quedo Honesto siguiendo la labor, en la sombra, siempre en segundo plano, hasta el punto de que casi nadie se acuerda de él. Bien majo el curica Honesto.
Resumen:
San Honesto nació en la ciudad francesa de Nimes, por los alrededores del año 200. Eran los primeros tiempos del cristianismo, cuando la nueva religión sufría una persecución enconada por parte de los emperadores romanos. San Saturnino, obispo de Toulouse, que tomó a su cargo la cristianización del sur de Francia, ordenó presbítero al romano Honesto, y lo mandó a cristianizar las zonas de la actual Navarra. Murió San Honesto en Pamplona.